viernes, 22 de junio de 2012

Napoleón, los rusos y los escitas

El mismísimo genial Napoleón confesó que su error más grande fue atacar a Rusia, pudo con todos los países, menos con Rusia. Atacar a otros países no tenía gran ciencia: entras a ellos y allí te espera el ejército de cada país para defenderlo. Entró a Rusia y ¡pistola!, no apareció ningún ejército. Cuentan los biógrafos que durante dos meses Napoleón estuvo de mal genio, lo despreciaron: se desplazaba hacia Kutúzov por la izquierda y éste se movía hacia la derecha. Kutúzov era tuerto, entendía mal hacía qué lado desplazarse. Cuando Napoleón persiguió al ejército ruso, éste se internó en lo profundo del país. Rusia absorbe y absorbe, el clima se va dañando, los caballos van muriendo, las provisiones se terminan... Napoleón nunca en su vida había andado tanto por pantanos, él no sabía cómo se hacía eso. Si estás en Alemania o en Austria y se te acaba el alimento actúas según las reglas: entras a una aldea, le quitas todo a los campesinos, te llevas los caballos. Si llegas a una aldea rusa te encuentras con que los mismos campesinos hace años no tienen qué comer, los caballos hace tiempo murieron, las miserias que germinaron en el campo fueron quemadas, para que no le queden a nadie. Napoleón decía: ¡son unos bárbaros! No te imaginas, por ejemplo, a los alemanes incendiando Berlín, no, imposible, tantos buenos edificios, cómo puede uno quemarlos; pero los rusos lo hacen de corazón, y se alegran: ¡Urra, lo quemamos todo! Napoleón hasta el final de sus días no pudo entender para qué los rusos lo persiguieron hasta París, según reglas elementales debían haberlo repelido hasta la frontera de Rusia y ya. No, mi querido, actuemos como adultos, tú pisoteaste nuestra tierra, y ahora nosotros queremos ir a París. No sabía que este pueblo, completo, tenía los mismos valores que él consideraba le eran exclusivos: hay personas que pueden quemar todo con tal de que te largues. Lo persiguieron hasta París. Entre otras cosas: ¿de qué otra manera un ruso del común puede llegar a París sin visa?
Napoleón sabía poco de Historia. Tiempo atrás existió el pueblo de los Escitas, luego ellos se fundieron con los eslavos, en las venas de los rusos corre sangre escita. El rey Darío el Grande, genial militar y emperador que vivió antes de Alejandro Magno había conquistado todos los pueblos que rodeaban a Persia y decidió conquistar a los escitas, no pudo. ¿Saben por qué? Avanzó sobre los escitas y cuando llegó, los escitas se habían ido. Los persiguió y los persiguió... No podía entender que es imposible conquistar a unos nómadas, es imposible conquistar a alguien que no posee nada. Los escitas no aparecían, de vez en cuanto unas fachas barbadas se asomaban del bosque, pero eso era todo. Al fin un día se tropezó con ellos y se formaron para la batalla, al amanecer, como se usaba en la antigüedad. Darío estaba henchido de satisfacción, por fin iba a haber pelea. Sucedió algo inimaginable, genial (esta historia deberían contársela a los niños en los cursos de historia), continúo, los dos ejércitos se formaron uno frente a otro, sonaron las trompetas, y de pronto entre los dos ejércitos corrieron unas liebres y todos los escitas salieron corriendo tras las liebres, eran cazadores y para ellos era más importante atrapar las liebres que luchar contra ese idiota.
Mientras los rusos lo empujaban hacia París, Napoleón tres veces formó ejércitos y tres veces los derrotó, pero aquellos lo empujaban y lo empujaban, ¿qué hacer?, así no se batalla. ¿Saben por qué Napoleón perdió?: se le acabó la gente. Él no sabía un secreto: en Rusia la gente nunca se acaba. Al final de su vida confesó que los rusos fueron también, una vez, más astutos en la parte militar. Ocurrió en la frontera con Francia, el ejército del zar se había detenido en la frontera, Napoleón reunió, con muchachos, su último ejército y decidió vencer por astucia, envolver desde la retaguardia y golpear desde allí. ¡Ya! Dijeron los rusos, para qué te necesitamos, arrancaron y tomaron París, aprovechando que el camino estaba libre.

Mijaíl Zadórnov
Traducción: Gabriel Calle

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