sábado, 30 de junio de 2012

Del álbum familiar


Todas vuestras teologías occidentales, todo el conjunto de los mitos, está basado en el concepto de un dios como delincuente senil.

All your Western theologies, the whole mythology of them, are based on the concept of God as a senile delinquent.

TENNESSEE WILLIAMS, The Night of the Iguana

miércoles, 27 de junio de 2012

Algo impensable

Nunca pensé que estaría en alguna cosa de acuerdo con Álvaro Uribe, pero oh gloria inmarcesible, ocurrió, dice en Twitter con respecto a los congresistas y la Malforma a la Justicia:

"Álvaro Uribe Vélez @AlvaroUribeVel
Ahora los que aprobaron la Reforma corren a la Presidencia para tumbarla, qué vergüenza para la democracia!"

Que este señor miente la democracia con su asqueroso pensamiento es de por sí repulsivo, pero el circo de los peleles que como perritos corren de un lado para otro para ver como satisfacen al presidente es todavía más repugnante, ¡pobre país!

viernes, 22 de junio de 2012

Napoleón, los rusos y los escitas

El mismísimo genial Napoleón confesó que su error más grande fue atacar a Rusia, pudo con todos los países, menos con Rusia. Atacar a otros países no tenía gran ciencia: entras a ellos y allí te espera el ejército de cada país para defenderlo. Entró a Rusia y ¡pistola!, no apareció ningún ejército. Cuentan los biógrafos que durante dos meses Napoleón estuvo de mal genio, lo despreciaron: se desplazaba hacia Kutúzov por la izquierda y éste se movía hacia la derecha. Kutúzov era tuerto, entendía mal hacía qué lado desplazarse. Cuando Napoleón persiguió al ejército ruso, éste se internó en lo profundo del país. Rusia absorbe y absorbe, el clima se va dañando, los caballos van muriendo, las provisiones se terminan... Napoleón nunca en su vida había andado tanto por pantanos, él no sabía cómo se hacía eso. Si estás en Alemania o en Austria y se te acaba el alimento actúas según las reglas: entras a una aldea, le quitas todo a los campesinos, te llevas los caballos. Si llegas a una aldea rusa te encuentras con que los mismos campesinos hace años no tienen qué comer, los caballos hace tiempo murieron, las miserias que germinaron en el campo fueron quemadas, para que no le queden a nadie. Napoleón decía: ¡son unos bárbaros! No te imaginas, por ejemplo, a los alemanes incendiando Berlín, no, imposible, tantos buenos edificios, cómo puede uno quemarlos; pero los rusos lo hacen de corazón, y se alegran: ¡Urra, lo quemamos todo! Napoleón hasta el final de sus días no pudo entender para qué los rusos lo persiguieron hasta París, según reglas elementales debían haberlo repelido hasta la frontera de Rusia y ya. No, mi querido, actuemos como adultos, tú pisoteaste nuestra tierra, y ahora nosotros queremos ir a París. No sabía que este pueblo, completo, tenía los mismos valores que él consideraba le eran exclusivos: hay personas que pueden quemar todo con tal de que te largues. Lo persiguieron hasta París. Entre otras cosas: ¿de qué otra manera un ruso del común puede llegar a París sin visa?
Napoleón sabía poco de Historia. Tiempo atrás existió el pueblo de los Escitas, luego ellos se fundieron con los eslavos, en las venas de los rusos corre sangre escita. El rey Darío el Grande, genial militar y emperador que vivió antes de Alejandro Magno había conquistado todos los pueblos que rodeaban a Persia y decidió conquistar a los escitas, no pudo. ¿Saben por qué? Avanzó sobre los escitas y cuando llegó, los escitas se habían ido. Los persiguió y los persiguió... No podía entender que es imposible conquistar a unos nómadas, es imposible conquistar a alguien que no posee nada. Los escitas no aparecían, de vez en cuanto unas fachas barbadas se asomaban del bosque, pero eso era todo. Al fin un día se tropezó con ellos y se formaron para la batalla, al amanecer, como se usaba en la antigüedad. Darío estaba henchido de satisfacción, por fin iba a haber pelea. Sucedió algo inimaginable, genial (esta historia deberían contársela a los niños en los cursos de historia), continúo, los dos ejércitos se formaron uno frente a otro, sonaron las trompetas, y de pronto entre los dos ejércitos corrieron unas liebres y todos los escitas salieron corriendo tras las liebres, eran cazadores y para ellos era más importante atrapar las liebres que luchar contra ese idiota.
Mientras los rusos lo empujaban hacia París, Napoleón tres veces formó ejércitos y tres veces los derrotó, pero aquellos lo empujaban y lo empujaban, ¿qué hacer?, así no se batalla. ¿Saben por qué Napoleón perdió?: se le acabó la gente. Él no sabía un secreto: en Rusia la gente nunca se acaba. Al final de su vida confesó que los rusos fueron también, una vez, más astutos en la parte militar. Ocurrió en la frontera con Francia, el ejército del zar se había detenido en la frontera, Napoleón reunió, con muchachos, su último ejército y decidió vencer por astucia, envolver desde la retaguardia y golpear desde allí. ¡Ya! Dijeron los rusos, para qué te necesitamos, arrancaron y tomaron París, aprovechando que el camino estaba libre.

Mijaíl Zadórnov
Traducción: Gabriel Calle

Famoso párrafo de John Elliot

El cielo es: Un policía inglés, un cocinero francés, un ingeniero alemán y un amante italiano; y  todo esto organizado por los suizos. El infierno es: Un cocinero inglés, un ingeniero francés, un policía alemán y un amante suizo; todo organizado por los italianos.

John Huxtable Elliott (1930- )
Historiador e hispanista británico

lunes, 18 de junio de 2012

Notas de un cazador de ladrillos

“Le escribo desde una unidad de cuidados intensivos. Cuando me acuerdo cómo llegué acá empiezo a reírme, y no puedo hacerlo, porque estoy lleno de traumas”.

Él decidió hacer una ampliación en su casa, una buena ampliación: ¡en ladrillo!, pero ni le pasó por la cabeza comprar los ladrillos. ¡Solamente robarlos! Vivía en un sitio muy retirado de la ciudad y cerca había una construcción en curso. Llevaba muchos años. Después de investigar toda la vecindad, sólo en aquella construcción encontró ladrillos “libres”, sin embargo estaban en el sexto piso de esta eterna obra. En un inicio pensó que tendría fuerzas suficientes para subir y bajar doscientas veces (a las personas les nace una fuerza perdida cuando se trata de obtener algo de gratis). Después, lo que habla bien de su honor e inteligencia, decidió estudiar mejor la situación; de pronto podría encontrar una mejor manera de bajar los ladrillos, más interesante que correr de arriba abajo a un sexto piso con un balde. Lo estudió bien y llegó a la conclusión de que tal método existía. Los trabajadores habían elevado los ladrillos de una manera muy ingeniosa: con un barril de madera. El barril pendía de un cable. El cable pasaba por una polea, sujeta al sexto piso. Los de abajo a su vez, utilizaban un cabrestante o winche. Ya que el winche se lo habían robado hace algún tiempo (los mismos trabajadores), al finalizar la jornada de trabajo los constructores amarraban a un gancho enterrado la punta del cable, dejando el barril arriba, para que no se lo robaran. No se podían ni imaginar lo que alguna vez sucedería.

Nuestro héroe decidió usar el barril.

A pesar de que relato la carta con mis propias palabras, no soy capaz de cambiar una de las palabras del autor. Recordando aquella tarde que precedió a la unidad de cuidados intensivos, escribió: “Oscurecía”. De todas maneras las personas en lo más profundo de su espíritu son poetas, escritores. Semejante introducción me indujo la idea de que iba a leer las “Notas de un cazador de ladrillos” de Turguenyev. De suerte que… ¡Oscurecía! El pobrecito subió al sexto piso. Cargó con ladrillos el barril. Naturalmente lo cargó al máximo, para minimizar el número de bajadas. Y desde luego, lo sobrecargó. En las economías de los países civilizados a esto lo llamarían una “planeación incorrecta”. 

Bajó. ¿Recuerdan? ¡Oscurecía! Por seguridad (para que el barril no se escapara), amarró el cable a su mano derecha y desamarró la punta del gancho. Debido a que el barril sobrecargado resultó ser mucho más pesado que él mismo, si oscurecía o no oscurecía ya no tenía ningún significado. De acuerdo a las más fundamentales leyes de la Física, nuestro héroe empezó a izarse. Él no entendió de inmediato lo que le estaba sucediendo. Lo comprendió sólo cuando, elevándose sobre los pinos, vio el ocaso sobre el bosque. Por ello, mientras observaba el ocaso, no se percató que al pasar por el tercer piso la parte superior de su cuerpo se encontró con el barril. Debido al golpe casi pierde el conocimiento pero se las arregló y siguió subiendo. Cuando se aproximaba a la polea estaba convencido de que su vida terminaría, se quebraría todo los huesos. En medio del terror se echó la bendición con la mano izquierda. Sin embargo, para su felicidad, las leyes de la Física existen y en ese momento el barril golpeó la tierra. El golpe desfondó el barril vaciando los ladrillos, aligerándolo, y nuestro “poeta” con la misma velocidad voló hacia abajo. Confiesa que en este momento hubiera preferido haber ido al teatro, o a algún concierto con su esposa. Parece que estos pensamientos lo distrajeron y por eso no notó cuando, pasando por el tercer piso, se encontró de nuevo con su familiar barril. Éste le magulló su parte inferior. Por fin aterrizó sobre los ladrillos. Sobre “sus” ladrillos. Perdió el conocimiento.

El primer renglón del último párrafo me causó lágrimas homéricas: “No se cuánto tiempo estuve tendido sin conocimiento, para cuando me desperté ya había oscurecido, la Luna brillaba”. ¡Qué gallardía!, pensé, ¡se tomó el tiempo de disfrutar de la Luna! Cito más adelante: “Lo primero en lo que pensé cuando volví en mí y miré mi mano derecha, y sentí que algo halaba mi brazo dolorosamente hacia arriba, era: ¿para qué diablos amarré este cable a mi mano? Y lo solté. Escuché un sonido horrible, un sonido creciente de algo que se acerca. Cierta sombra volaba hacia mí. En unos cuantos segundos me golpeó, y de nuevo perdí el conocimiento. Esa sombra eran los restos del barril.”

Yo leí esta carta despacio, mientras me enamoraba de nuestro héroe y pensé: ¡cuánto sentido del humor se debe poseer para escribir de manera tan satírica desde una sala de cuidados intensivos y reírse de sí mismo!

Mijaíl Zadórnov
Traducción: Gabriel Calle

domingo, 17 de junio de 2012

La cinta de medir


Un conocido mío que vive con los suegros, aprovechando que éstos se habían ido de vacaciones, decidió instalar una reja al frente de su casa, tomó la lienza y midió: 12 metros. Fue a un taller y solicitó la fabricación de tres tramos de 4 metros cada uno. Cuando recibió el pedido fue a su casa y trató de instalarlos, el resultado fue desalentador, la reja quedó larga. Desinstaló los tramos y los contó: uno, dos, tres. Los midió: 4 metros cada uno. Multiplicó en su cabeza 4x3=12, no debía haber ningún problema, los volvió a instalar; otra vez quedó larga. Midió nuevamente el frente de su casa: 12 metros.
Decidió tomarse una cerveza, volvió a medir el frente de la casa, midió los tramos, los contó, los instaló de nuevo; nada, la reja aún estaba larga, exactamente en un metro.
Al día siguiente invitó a unos amigos para que le ayudaran. Al finalizar estaban borrachos de tomar cerveza, pero no habían podido encontrar dónde se hallaba el error, y es entendible, un asunto así hace dudar hasta de tu educación y perder la fe en la vida.
La explicación resultó se bastante banal: la suegra, unos días antes, pintando el cielorraso de la casa, había manchado la lienza con pintura entre los 7 y 8 metros, y no halló mejor solución que cortar el pedazo manchado, el cual medía 50 cm; ¡y pegarlos de nuevo!.

Mijaíl Zadórnov
Traducción: Gabriel Calle