miércoles, 6 de octubre de 2010

La docena del diablo

Cómo ganar unas elecciones sin merecerlo
Por Homo Futbolis (Cincinatus Bolabolabus)


1. No lance su candidatura de inmediato, siembre desconcierto en el público. Hágase pasar como que no le interesa, que está cansado, que se quiere retirar en su mejor momento. Infunda una sensación de triunfalismo y tranquilidad en el oponente y cójalo cansado y con la guardia baja. Para este momento usted ya sabrá el programa de él y conocerá a fondo sus estrategias y aliados. Conozca e investigue bien a su enemigo antes que él lo haga con usted. Justifique su comportamiento con el viejo truco de la “Hecatombe”.
2. Actúe como un “candidato todo terreno”, a lo Moreno de Caro, abrace, dé picos, salude de lejos, despídase a gritos, pregunte por la familia de todos, cargue sillas, viaje incansablemente, tome cerveza, juegue tejo o fútbol, etc. Es decir, despliegue todo su falso carisma. Acuérdese, usted es el “más chimbita” y si alguien no lo adora, él es el desadaptado.
3. Rodéese de una bandola “bien brava” y convénzalos de que se trata de una cruzada. Haga que el más payaso y deshonesto de ellos se inscriba también como candidato y luego, en el momento preciso hágalo renunciar, no importa que de esta manera le tenga que vender el alma al diablo, las peleas hay que ganarlas en el momento; después veremos. Además, la sensación causada por esta maniobra es espectacular, todos pensarán que a usted no lo apoya la mitad, sino las dos terceras partes del electorado.
4. En los debates use su influencia para crear una atmósfera intimidadora para su adversario: uniforme a sus áulicos, haga que ellos coordinen, dirijan y lo más importante, censuren correctamente las preguntas del público. Manipule el debate para que su contrincante siempre intervenga de primero y como todo un buen futbolista meta el gol de cabeza apoyándose en los hombros del contrario.
5. No se ponga con melindres de juego limpio, si usted sabe que el equipo del otro candidato desconoce alguna regla electoral, no lo haga público, guarde esa carta baja la manga (o ese acuerdo bajo la chaqueta). Explote a plenitud ese campo inexistente para su adversario. De esta manera, por ejemplo, podrá trastear gente a votar que, para su contendiente, no representan (aparentemente) ningún peligro. La sorpresa vendrá al final del conteo. Disfrutará viendo las caras de estupor e incredulidad de sus contendientes.
6. En el transcurso de las votaciones haga que alguno de sus borregos indecentes arroje a la urna dos votos por usted. La aritmética no falla: si a la hora del conteo queman un voto a su favor, no ha pasado nada; si queman un voto a favor de su contrincante, no sólo habrá un voto más a su favor, sino uno menos para el otro. La apuesta de Pascal en acción.
7. Oculte las vergüenzas de su hoja de vida tildando de arrogante al otro candidato que la muestra como credencial y garantía de una futura buena gestión. Al fin y al cabo usted nunca ha trabajado con índices de calidad, siempre se ha apoyado en auto calificaciones y tradiciones etéreas. Recuerde, usted de todas maneras siempre será el “más chimbita”.
8. Si a la hora del conteo las cosas se están poniendo color de hormiga, no se preocupe, falta por contar la “urna del Cedral”, puede venir de Buenaventura o de otra mina electoral, el nombre del sitio es irrelevante. Procure eso si, que el chanchullo no parezca muy evidente, realizado por débiles mentales y que por lo menos escriban correctamente su nombre.
9. Identifique a la población más vulnerable intelectualmente y desinfórmelos, es decir desinforme aún más a los desinformados. Acuse a su contrincante (o a sus posibles “aliados”), de ser un demonio, un revoltoso, un perezoso en fin… un comunista. Insulte en público, luego ofrezca disculpas en privado o niegue todo con una mirada limpia y transparente.
10. Si su adversario no presenta debilidades o es evidentemente irrebatible, empréndala con viejos adversarios (a esos usted los conoce mejor), acúselos de estar apoyando al nuevo contrincante. Macartice sin temor recuérdele al público que los otros están ardidos por haber perdido y por eso apoyan a su contendiente.
11. Si las cosas no salen del todo como usted quería, y las fortalezas del “perdedor” quedaron en evidencia para todos, póngase compungido por un breve instante, en señal de gallardía. Mañana será otro día y todo se olvidará; usted ganó, eso es lo que importa.
12. Si gana raspando, o se notó bastante que tuvo que usar todos estos ardides, promueva y apoye un cambio de reglas de juego, de manera que la próxima vez sea imposible perder. Estamos en la era de las reelecciones y ya no estamos como para estos trotes, es mejor ganar con holgura, la “gobernabilidad” – ¡tú sabes!

Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos y hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor.

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