Con el fin de sublevar a los creyentes contra Pedro I, el cual fundió las campanas para hacer cañones y limpió las cajas de las iglesias, el clero de aquel tiempo creó en la catedral de San Petersburgo un milagro: de los ojos del icono de la Virgen salieron lágrimas. "La madre de Dios llora porque reina el anticristo" - así explicaban los servidores del templo a los creyentes el sentido del milagro.
En el momento de un servicio, de manera sorpresiva apareció Pedro en el templo, retiró el ornamento metálico del icono y encontró bajo él una ampolla con aceite combustible. Esta era la causa de las "lágrimas" .
Después de esto Pedro I escribió al superior de la catedral la siguiente advertencia: "Mi Señor, ordeno que desde este momento las Vírgenes no lloren. Si las Vírgenes vuelven a llorar aceite, los culos de los curas llorarán sangre. Pedro."
Dice E. Duluman en su interesante autobiografía: ¡Hasta el final de la vida de Pedro I no hubo en San Petersburgo ningún otro milagro!
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